Los smartphones cajas llenas de secretos

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¿Le sobran smartphones en su oficina? ¿Y tabletas? A medida que avanzamos varias generaciones en la tecnología móvil, cada vez somos más los que acumulamos colecciones de dispositivos viejos y anticuados, tanto de nuestro trabajo como de nuestra vida personal. Y la mayoría de las veces, esos dispositivos no hacen más que ocupar espacio y acumular polvo.Sin embargo, hay un pequeño secreto: tus aparatos Android abandonados son en realidad minas de oro virtuales. Sólo tienes que encontrar la forma adecuada de aprovechar su potencial y darles una nueva vida.Así que coge el DustBuster más cercano y prepárate: Aquí tienes 20 formas de hacer que tu viejo teléfono o tableta vuelva a ser útil.
1. Con el software adecuado y un par de minutos de configuración, tu viejo dispositivo Android puede actuar como un controlador a la carta para tu ordenador Windows, Mac o Linux. La versión gratuita de la aplicación ofrece un control básico del ratón y el teclado junto con mandos especializados para la reproducción de medios y comandos relacionados con la energía, mientras que la versión completa de 5 dólares añade mandos específicos de programas para el control de presentaciones junto con otras funciones avanzadas. JR Raphael / IDG
Embalaje de la manzana
Uno de los trayectos sigue a una persona desde su casa en las afueras de Newark hasta un centro de planificación familiar cercano, permaneciendo allí durante más de una hora. Otro representa a una persona que viaja con el alcalde de Nueva York durante el día y regresa a Long Island por la noche.
Otro sale de una casa en el norte del estado de Nueva York a las 7 de la mañana y se desplaza a un centro de enseñanza media situado a 14 millas de distancia, permaneciendo hasta el final de la tarde cada día escolar. Sólo una persona hace ese viaje: Lisa Magrin, una profesora de matemáticas de 46 años. Su smartphone la acompaña.
Una aplicación en el dispositivo recogía su información de localización, que luego se vendía sin su conocimiento. Registró su paradero con una frecuencia de hasta dos segundos, según una base de datos de más de un millón de teléfonos en el área de Nueva York que fue revisada por The New York Times. Aunque la identidad de la Sra. Magrin no se reveló en esos registros, el Times pudo relacionarla fácilmente con ese punto.
La aplicación la rastreó mientras iba a una reunión de Weight Watchers y a la consulta de su dermatólogo para un procedimiento menor. También la seguía cuando salía de excursión con su perro y cuando se quedaba en casa de su ex novio, información que a ella le resultaba inquietante.
Códigos secretos para todos los móviles
Si alguna vez ha extraviado su teléfono, es posible que haya experimentado un leve estado de pánico hasta encontrarlo. Alrededor del 73% de las personas afirman experimentar este singular sabor de la ansiedad, lo que tiene sentido si se tiene en cuenta que los adultos de EE.UU. pasan una media de 2 a 4 horas al día tocando, tecleando y deslizando sus dispositivos, lo que suma más de 2.600 toques diarios. La mayoría de nosotros estamos tan ligados a nuestra vida digital que a veces sentimos que nuestros teléfonos vibran en nuestros bolsillos cuando ni siquiera están ahí.
La dopamina es una sustancia química producida por nuestro cerebro que desempeña un papel estelar en la motivación del comportamiento. Se libera cuando probamos un bocado de comida deliciosa, cuando tenemos relaciones sexuales, después de hacer ejercicio y, sobre todo, cuando tenemos interacciones sociales satisfactorias. En un contexto evolutivo, nos recompensa por comportamientos beneficiosos y nos motiva a repetirlos.
El cerebro humano contiene cuatro grandes “vías” de dopamina, o conexiones entre diferentes partes del cerebro que actúan como autopistas para los mensajes químicos llamados neurotransmisores. Cada vía tiene sus propios procesos cognitivos y motores (movimiento) asociados. Tres de estas vías -la mesocortical, la mesolímbica y la nigroestriada- se consideran nuestras “vías de recompensa” y se ha demostrado que son disfuncionales en la mayoría de los casos de adicción. Son responsables de la liberación de dopamina en varias partes del cerebro, lo que determina la actividad de esas áreas. La cuarta, la vía tuberoinfundibular, regula la liberación de una hormona llamada prolactina, necesaria para la producción de leche.
Smartphone Solarin
En un caluroso día de verano de 2008, la policía vio a un hombre caminando fuera de su apartamento en Santa Clara, California, una de las muchas comunidades dormitorio repartidas por Silicon Valley. Los agentes encubiertos del FBI lo vieron fuera del edificio y empezaron a seguirlo a pie, llamando por radio a sus colegas cercanos. El hombre vio a los agentes y comenzó a caminar rápidamente. Ellos le siguieron.
Tras meses de seguirle la pista a través de cuentas bancarias clandestinas e informantes confidenciales, los agentes tenían a su hombre. Había dicho al administrador del complejo de apartamentos que era Steven Travis Brawner, ingeniero de software: un perfil que encajaba perfectamente con el de muchos otros inquilinos de la zona. Pero en el momento de su detención, los agentes desconocían su verdadero nombre: tras observar sus actividades a distancia, le llamaban simplemente “Hacker”. Entre 2005 y 2008, los investigadores federales creían que el Hacker y otros dos hombres presentaron más de 1.900 declaraciones de la renta falsas por Internet, con las que obtuvieron 4 millones de dólares enviados a más de 170 cuentas bancarias.
El Hacker fue descubierto gracias al uso sin orden judicial de una tecnología de vigilancia secreta conocida como stingray, que husmea en los teléfonos móviles. Los stingrays, o simuladores de sitios celulares, actúan como falsas torres de telefonía celular que engañan a los teléfonos para que den su ubicación. Se han convertido en una herramienta más en la caja de herramientas de muchas agencias, y su uso se ha extendido sin apenas supervisión, y sin que el público supiera que se estaban utilizando, hasta que el Hacker emprendió una búsqueda obsesiva para averiguar cómo las fuerzas de seguridad le rastrearon aquel día de verano. Cuando tiró de ese hilo, descubrió algo más: que la policía podría estar rastreando mucho más de lo que sabemos en nuestros teléfonos, a menudo sin las órdenes judiciales que suelen ser necesarias para métodos comparables de vigilancia invasiva.